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Esta vez sí, se debe hacer la tarea.

Actualizado: 17 dic 2022

Por Humberto Portocarrero.


Los tiempos de incerteza parecerían haber llegado y cada vez más tomamos conciencia de que llegaron para quedarse.

Desde hace un tiempo atrás escuchamos palabras y frases que describen escenarios dantescos que más allá del discurso y quizás el imaginario, podemos evidenciar en acciones tan del día a día como las de seguir las noticias. Desde hace más de una año, este escenario nos sorprendió sin previo aviso y desde ese momento hemos experimentado tiempos extraños que generaron puntos de inflexión que afectaron lo cotidiano, inicialmente pensábamos que esta alteración a nuestro día a día iba a ser temporalmente corta, pero al pasar de los días nos dimos cuenta que los tiempos de la pandemia ralentizaron muchos de los aspectos de nuestro diario vivir y en algunos momentos sentimos que simplemente los detuvo, pero en simultáneo y en otros aspectos, especialmente los referidos a los tecnológicos a un nivel personal, social y profesional fue demandando un elevado despliegue, demanda para la cual muchos aún no nos sentíamos listos. La digitalización de lo cotidiano comenzó a ser una demanda que no todas las empresas, rubros y servicios pudieron cumplir, la escuela no estuvo para nada lejos de esta demanda.

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Esta pandemia no propuso a los diferentes sistemas educativos opciones dadas entre discontinuar la escuela presencial de manera repentina o no, simplemente lo hizo, ese escenario dado encontró, en la mayoría de los casos, un sistema educativo y una escuela anacrónicos con modelos de educación totalmente fuera de época, que poco o nada respondían a las necesidades de la sociedad y mucho menos a las que comenzaban a emerger por la pandemia. Muchos sistemas educativos y escuelas develaron una arraigada visión en lo tradicional acompañado de un modelo industrial frente a la visión de futuro, escuelas donde aún la repetición y memorización del contenido estaban acompañadas por clases centradas en el docente, donde aún los procesos educativos solo se podían concebir desde la enseñanza.


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Desde inicios de la década de los 80 – 90 muchas organizaciones académicas, empresariales y hasta gubernamentales llevaron estudios para identificar las habilidades y competencias que deberían tener los ciudadanos para el siglo XXI, muchos de estos estudios coincidieron en que el siglo XXI demandaba habilidades blandas, así como un desarrollo en lo socioemocional, Se reconoció que si bien el desarrollo de habilidades socioemocionales es clave fundamental para el desarrollo integral también entregan otras ventajas en entornos innovadores y competitivos, es así que la


  • Creatividad

  • Innovación

  • Pensamiento Crítico

  • Resolución de Problemas

  • Comunicación

  • Colaboración

  • Razonamiento cuantitativo

  • Pensamiento lógico

  • Autorregulación

  • Determinación

  • Perseverancia


· Se constituyeron en las llamadas habilidades del siglo XXI.

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Muchos años antes de la pandemia se habló y debatió en las escuelas y ámbitos educativos sobre estas habilidades y los retos que estas dejaban, retos que en la minoría de las escuelas y/o ámbitos educativos comenzaron a ser lineamientos de transformación reflejados en la práctica y propuesta educativa, pero en la mayoría simplemente se constituyeron en slogans, documentos que decoraban sus proyectos educativos, y/o pendientes a trabajar en algún momento.

Algunos retos educativos estaban referenciados a:


  • El ciudadano para el siglo XXI, mismo que debería ser creativo, emprendedor, crítico, competente con el mundo digital, con habilidades sociales y que sea capaz de adaptarse a ambientes laborales diversos.

  • Políticas públicas educativas regionales para el desarrollo sostenible, donde la inclusión social sea un eje primordial.

  • La necesidad de trabajar sobre liderazgos institucionales basado sobre la construcción de un sentido de comunidad vinculada al uso de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) impulsada y articulada desde los currículos de cada colegio, región y nación.

  • La necesidad de impulsar y potenciar la inteligencia colectiva que permita al ser humano vivir y convivir en sociedades cada vez más complejas donde se encuentran cada vez más posibilidades dadas por una sociedad digital.

  • Introducir en los procesos educativos las TIC y sus aplicaciones entre los contenidos, la pedagogía y la tecnología misma sin perder de vista que la tecnología no reinventa la pedagogía, sino que sólo amplía sus posibilidades.

  • Planteamiento metodológico distinto el momento de aprender usando la TIC.

  • Romper el mito de que todos los jóvenes son nativos digitales y por ende dominan las TIC para usos de provecho.

  • Fomentar la creatividad de los estudiantes, enterrando así un sistema educativo basado sobre la memorización, repetición y control.

  • Privilegiar la educación emocional porque su principal finalidad esta en que cada sujeto alcance un grado optimo de bienestar social y emocional.

  • Lograr la cooperación necesaria entre familia, escuela y comunidad, remarcando que la educación no es exclusiva de las instituciones educativas y que es posible aprender en cualquier lugar de la sociedad.

  • Trabajar un liderazgo centrado en la pedagogía y alejado de la burocracia.

  • Desarrollo de competencias digitales que permitan aprender de forma conectada y en red.

  • Tomar como centro del proceso educativo al estudiante, considerando sus aprendizajes previos y sus intereses.

  • Nuevo rol del profesor que cambie la transmisión de contenidos por la orientación y el apoyo del estudiante y una reconfiguración del profesorado en la que se contemple un uso sólido y pedagógico de los entornos digitales para la sociedad del Siglo XXI

  • Una nueva ecología del Aprendizaje que lleva a la educación nuevamente a su sentido más amplio, donde esta va mucho más allá de la que se entiende por escolarización.

  • La necesidad de una disrupción en el sistema educativo, donde se reconozcan todos los ámbitos de educación posibles, legitimando estos más allá de aquellos ambientes formales de aprendizaje.

  • Reconocer que los aprendizajes no están en los contenidos sino más bien en la interacción que ellos producen y les permiten ponerse en práctica.

  • Construcciones curriculares que configuren nuevos perfiles que demanda una sociedad que cambia a un ritmo acelerado.

  • Formar ciudadanos y no solo profesionales eficientes, para lo cual es necesario un sistema educativo con apertura a la comunidad y basado sobre el aprendizaje colaborativo.


Pues claro está si es que todas las escuelas y/o instituciones educativas hubieran hecho la tarea en su momento, generando transformaciones curriculares profundas que permitieran el desarrollo de las habilidades y abordaran los diferentes retos educativos para este siglo, con seguridad la Pandemia de la COVID-19 los hubiera encontrado no solo en mejor posición, sino además con metodologías y prácticas pedagógicas propias de un proceso ya no centrado en la enseñanza, sino más bien en el aprendizaje.

Las pocas escuelas e instituciones educativas que se animaron en su momento a transformarse y reinventarse, repensado su mirada educativa, siendo capaces de cuestionar mucho de lo que como educación se conocía hasta ese momento, estuvieron de competitivamente aventajados el momento que llegó la Pandemia, puesto que solo tuvieron delante los problemas referidos a una brecha digital y no así a los referidos a los nuevos retos metodológicos que la educación virtual demanda.



Así mismo, es importante mencionar que la discontinuidad de clases presenciales causada por la pandemia de la covid-19 trajo en sí una dificultad no menos importante a salvar por todas las escuelas y/o instituciones educativas, “La educación Virtual y la educación a distancia”, que más allá de las necesidades de una propia metodología distante a las que se usaban en la modalidad presencial, traía consigo un problema técnico-tecnológico basado sobre algunos aspectos, como ser: infraestructura tecnológica deficiente de las escuelas y/o instituciones educativas; elevada brecha digital del profesorado, alumnos y padres de familia, sí, padres de familia, porque en la educación virtual, por lo menos la referida a edades tempranas de la escolaridad la familia tiene roles necesarios a cumplir; accesibilidad limitada o inexistente a la tecnología por parte del profesorado y los alumnos; conectividad limitada o inexistente del profesorado y los estudiantes, por mencionar algunos. Si bien esta dificultad fue central y aún lo es en algunos casos, su solución no tiene que contemplarse en ningún momento solo desde una perspectiva técnica y funcional, sino además de esta, debe contemplar una perspectiva didáctica, metodológica y curricular.

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Una vez solucionado total o parcialmente el problema técnico-tecnológico, la educación no debe solo haber cambiado de entorno en el cual se desarrolla y continuar replicando un paradigma educativo del siglo pasado, donde la enseñanza posiciona al profesor como centro del proceso educativo, donde los contenidos y la memorización son base fundamental de un sistema educativo basado en el control. Eventualmente el problema técnico-tecnológico se solucionará, total o parcialmente, pero más allá de eso, claro está que desde la década de los 80-90 se vino proyectando habilidades y retos a atender y trabajar desde cada escuela y/o institución educativa y claro está, que muy pocos fueron los que hicieron la tarea, mientras otros se anquilosaron en un discurso contenidista. Ahora se hablan y se evidencian de “habilidades post pandemia” y obviamente retos que estas traen consigo, esperemos que esta vez las escuelas e instituciones educativas no dejen la tarea sin hacer, si bien en estos tiempos de pandemia mucho de la brecha digital se ha cerrado, ahora es necesario cerrar una nueva brecha que cada vez se evidencia más, la metodológica, didáctica y curricular necesarias para estos tiempos de incerteza.



 
 
 

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